Muebles salvados, cada vez menos

y en Álava no hubo excepción del signo de los tiempos de la temporada: maquillaje a cargo de Courtois y Mbappé, casi siempre en acciones solitarias y heroicas desconectadas del juego coral, y luego un lento hundimiento que a veces afecta al marcador y otras veces no (de nuevo Courtois). En Álava el partido empezó como comedia involuntaria. se agachó durante momentos delicados, miró a la banda inquieto y se dedicó a cojear durante varios segundos hasta que le mandó un pepinazo Fede Valverde. Se olvidaron sus males: controló con la izquierda salvando un contrario y disparó a trompicones. Un poco más tarde, el balón le llegó en profundidad al delantero francés. Se deshizo de su marcador bailando a ratos: varios toques al balón a toda velocidad de tal forma que el jugador del Alavés no sabía si meter la pierna o no, o cuándo. Lo decidió después de que Mbappé metiese el gol, un golazo, otro golazo más.

La paradoja está en que el Madrid de esta temporada, tan falto de ideas, tan pobre en mecanismos, solamente brilla cuando la jugada se rompe, cuando el caos se abre como un pasillo.

Lo de Álava fue un ejemplo perfecto. El golazo de Mbappé pareció anunciar uno de esos encuentros que el Madrid de otras épocas resolvía por pura inercia. Pero este Madrid no tiene inercia: tiene vértigo. Toca y vuelve a tocar, siempre al pie, siempre en horizontal, al borde de una melancolía que se mastica. Y cuando pierde la pelota, cuando el ritmo lo marca otro, se viene abajo como si descubriera de pronto que lleva semanas viviendo por encima de sus posibilidades. A veces el resultado acompaña, a veces no. Da igual: la sensación es la misma, la de un equipo que juega con máscara y sin pie.

El Madrid necesita luz propia. no de que los sobrevive. La temporada aún ofrece tiempo para la reconstrucción, pero el reloj hace más ruido que nunca. Puede pasar de todo porque los ojos viejos y cansados del madridismo han visto de todo. Ahora es un equipo que depende del jugador más determinante del mundo sin saber muy bien cómo integrarlo en una idea, porque la idea ya no está. Y mientras tanto, el campeonato avanza y el Madrid sigue ahí, ganando 1-2 sin saber muy bien por qué, como si cada victoria fuese una pequeña excepción al clima general de resignación.