Después de casi 500 millones en fichajes en un solo verano, el vigente campeón de la Premier cae en picado: se multiplican los conflictos y de su florido ataque solo quedan las ramas secas y defoliadas de los centros a la olla, los tiros desde fuera del área y los consecuentes rebotes, manos, empujones, agarrones y demás acontecimientos fortuitos que no registra el ojo humano. Hay que recurrir a las 40 cámaras del VAR para esclarecer los hechos. Eso sucedió en San Siro. Dos veces.
El VAR anuló un gol de Joe Gómez en la primera parte después de cinco minutos de análisis por parte de un equipo de árbitros que finalmente delegó en el principal Felix Zwayer. Zwayer dictaminó que el tanto no valía porque , que había prolongado un córner en el punto de penalti, había tocado la pelota con la mano. Las imágenes no eran concluyentes. Pero había que hacer algo y Zwayer lo hizo. Vuelta al 0-0 y al tedio de la incapacidad general.
Dos equipos de fútbol confrontan un montón de atletas. Más de 30 jugadores por partido. Jóvenes en su mayoría. Ágiles, rápidos, astutos. Ricos todos en la Champions. Más afortunados si visten los uniformes del . La vida les sonríe y el espectáculo resulta absurdo cuando la presión supera a la circulación y poco a poco todos manifiestan una viva conciencia de la incapacidad. No logran poner orden a sus ideas al tiempo que superan los obstáculos con los pies. Los abruma la esfericidad de la pelota. No consiguen coordinarse más que para obstaculizar, bloquear, chocar, golpear. Es un triste espectáculo de orden y esterilidad. Ligeramente obsceno cuando implica el exhibicionismo y la congregación de 70.000 personas que como penitentes prestan atención al vacío.
Ni Wirtz ni Isak
Durante 88 minutos, el partido fue un canto a la frustración. Incluso contra la castigada defensa del Inter, privado en la primera parte de Ascerbi y Calhanoglu por lesión, el Liverpool se atascó. Nadie avanzaba hasta que otra vez, un hecho minúsculo, banal, imperceptible para el ojo humano, precisó del examen del producto que ofrecieron las 40 cámaras del VAR. La selección mostró a Bastoni pellizcando la camiseta de Wirtz en el área del Inter durante un instante, antes de soltársela, momento en el que el alemán se dejó caer ostensiblemente.
Witz, que costó 136 millones de euros el pasado verano, venía del banquillo. Llevaba unos minutos sobre el campo y su contribución no había producido nada de valor, en la misma línea que Isak, que costó 140 millones y había sido sustituido después de una hora de desolación.